Mi taxista atropelló a alguien. Una moto ignoró por completo un stop y se atravesó en el camino del taxi a 60 Km/h. El taxi impactó la moto tan fuerte que el motociclista salió volando y golpeó con su cabeza la parte de atrás del carro antes de caer, varios metros atrás.
Si no fuera por el casco habría muerto, pero se rompió ambos brazos, ambas piernas y varias costillas. Mi taxista estaba seguro que iba a la cárcel, pero una cámara de tráfico capturó todo y fue evidente que la culpa no fue suya, sino de la moto.
La moto quedó 100% destruida, el taxi sufrió daños al motor y la parte frontal, quedando inservible hasta ser fuertemente reparado. Un arreglo de $5000 dólares que mi taxista no tenía. El hombre de la moto estuvo en el hospital un par de meses y ningún proceso se pudo iniciar en su contra hasta que saliera.
El juicio fue fácil, la moto tenía toda la responsabilidad y debía pagar todos los daños causados, más los meses que el taxi no trabajó. Una cifra cercana a los $10.000 dólares.
El hombre de la moto encontró donde vivía mi taxista y fue a su casa a hablar con él. A pedirle perdón. A pedirle ayuda.
El hombre era mensajero antes del accidente, antes de perder la moto y la movilidad. El hombre fue en silla de ruedas, porque aunque no quedó invalido, le es insoportablemente doloroso caminar. Ya no es mensajero, ya no tiene ningún empleo, ni sabe hacer algo más.
El hombre de la moto tiene una hija pequeña, una cuenta de hospital que no puede pagar, una demanda que ganó el taxista. Por comerse un stop.
Mi taxista no sabe qué hacer. Perdió mucho dinero, mucho trabajo, su anterior carro. Él no tuvo la culpa, sólo conducía.
Nunca sabré qué decidió mi taxista.
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